Abogada de la PUCV con un diplomado en derecho ambiental, su pasión es recorrer el mundo y conocer distintas culturas, con clara vocación social y dispuesta a ayudar a las personas en su entorno. En sus tiempos como alumna DSV, formó parte del centro de alumnos y fundó una iniciativa social que se ha transformado hoy en un emblemático programa: El Termo.
¿Qué te motivó a estudiar Derecho?
La principal razón de estudiar derecho fue el Profesor Poffan. Con él trabaje durante toda la enseñanza media presentando los actos cívicos del Colegio y fue mi gran apoyo vocacional. Siempre estuve un poco confundida y desorientada por la falta de apoyo y presiones familiares, y al obtener sobre 800 puntos en la PSU de Historia, mi interés era seguir por esa senda, pero mis compañeros y Poffan me aconsejaron que por mi personalidad e interés político, la carrera de derecho me abriría más puertas. Hoy tras muchos años de rechazar mi profesión por lo difícil de aplicarla fuera del país, me he dado cuenta que fue la mejor decisión acorde mi personalidad y a las oportunidades que se me han abierto.
¿Qué es lo que más te apasiona de tu profesión y que se refleja en tu actual puesto de trabajo?
Lo que me apasiona de mi profesión se puede dividir en dos ámbitos. Por una parte el conocimiento que te da que implica que me puedo manejar y opinar en variados temas y, por otro, la versatilidad que otorga que implica que puedas buscar lo que te gusta y aplicar la carrera a ello. Esto lo descubrí una vez que dejé de rechazar ser abogada y pude aplicar todos estos conocimientos a mi vocación de asistencia social. Esta posibilidad la tuve, también, gracias a otra compañera del Colegio, Natalia Brauchy que se desempeñaba como Directora de DIDECO y confió en mí mostrándome lo bonito de retribuir a la comunidad, toda la suerte que hemos tenido con nuestra posición en la sociedad y aplicar las habilidades blandas aprendidas por los años de viaje en que me percaté de lo mucho que me energiza compartir directamente con la gente.
¿Tu paso por el colegio te ha marcado de alguna manera en tu opción de carrera?
Mi paso por el Colegio ha sido lo más importante de toda mi carrera profesional y también personal. Cuando era chiquita era muy sola, soy hija única de padres separados, a mi papá no lo veía nunca y mi mamá tenía que preocuparse de trabajar mucho para poder pagar los costos de la vida, entre ellos el colegio. Los primeros cuidadores que tuve de pequeña fueron el “Chino” y el “Humberto”, auxiliares del colegio que me acompañaban en el patio de los kínder. Mientras estuve en el DSV nunca estuve sola, siempre me sentí parte de un comunidad que me regalo los mejores amigos que pude soñar y que siguen siendo parte fundamental de mi actualidad.
El Colegio con su visión liberal me permitió desarrollar todo mi potencial, dándome cabida de llevar adelante el Centro de Alumnos por dos años, de forma rebelde y rupturista. En vez de aplacar esa intensidad de mi personalidad la orientaron en algo constructivo. El colegio creyó en mí y me apoyo en todo mi desarrollo, aunque se me ocurrieran ideas locas que en ese tiempo se veían como imposibles.
Además de Australia, Thailandia e India, has vivido en Alemania. ¿Nos puedes contar de esa experiencia y de cómo la enseñanza «biculturalidad» del colegio ha influido en tu vida?
He tenido la suerte de vivir en Alemania después del intercambio en dos ocasiones. La primera durante mi cuarto año de Universidad, ya que gané una beca DAAD para mejorar el alemán en la ciudad de Düsseldorf y luego cuando me mude a Berlín durante mis años de viajes. Desde el intercambio sentí que se abrió el mundo y cada oportunidad que tuve de estar allá significó un aprendizaje de discernimiento, entre alabar lo positivo de Alemania y hacerlo parte de uno y traerlo consigo adonde uno vaya sin menospreciar el país de dónde vengo. La conexión que se crea con este país en una primera instancia por el Colegio determinó que mi mente entienda, crea y alimente la posibilidad de vivir donde sea. Uno de los aspectos más positivos de vivir en Berlín fue que en ese lugar fue donde más he sentido la comunidad DSV, puesto que varios de mis amigos y compañeros viven o vivieron allá por lo que formamos una linda familia de apoyo mutuo.
En tus tiempos como alumna del DSV, fuiste una de las fundadoras de lo que hoy conocemos como Programa Termo, emblemático programa de Acción Social. ¿Nos puedes contar un poco sobre esos inicios?
Los inicios del termo fueron tumultuosos. Era una época donde recién comenzaban los movimientos estudiantiles sociales y, al ser un Colegio Privado, era complejo hacerse parte de ello. La campaña del termo se inició con una filosofía doble de valores de rebeldía y humildad que incluía tácitamente el ambiente que se proyectaba en los inicios del movimiento sin incorporarnos en él explícitamente, ya que había bastante resistencia de los estudiantes y profesorado. La rebeldía se demostraba en el sentido que el programa era elaborado y ejecutado por alumnos y con nuestros propios fondos. Mis amigas parte del Centro de Alumnos, Natalia Cienfuegos y Bárbara Perry, y yo, íbamos después del Colegio al centro de Viña a los lugares más baratos a comprar queso, mortadela y pan, nos reuníamos los viernes en la tarde en mi casa con los alumnos que participaban a hacer los sándwiches y cada uno traía un termo prestado de la casa que llenábamos con un café Monterrey. Y Así partíamos solos, sin ningún apoderado o profesor, con la idea de que lográramos aprender a autogestionar las actividades que creábamos y poder sostenerla en el tiempo sin dependencia de las figuras de autoridad. Por otro lado, siempre fue una inquietud para mí el desconocimiento de lo afortunados que éramos por nuestra posición social y como de esta misma fortuna nacía una lejanía con la realidad. Por ende la idea del termo no era principalmente ayudar a las personas en situación calle, sino que ellos nos ayudaran a nosotros a aprender empatía y a valorar lo que tenemos. La única condición y el lema era que nosotros no íbamos a regalar un café y un pancito, sino que íbamos a compartir y a acompañar, porque la razón del termo nunca fue de carácter asistencial, sino que de colaboración y entrega mutua, era una forma que las personas con las que compartíamos nos regalaban la posibilidad de ponernos en el lugar y zapatos del otro, aunque anduvieran descalzos.
También iniciaste el tradicional asado de convivencia que ofrecen los Centros de Alumnos a los Asistentes de la Educación. ¿Qué sientes al saber que los alumnos mantienen esas tradiciones hasta el día de hoy?
Me llena de orgullo que esta tradición se mantenga. Creo que es un pequeño aporte del centro de alumnos que lideramos con mis amigos para la comunidad Colegio Alemán, en la que la misma crece y se enriquece incorporando a todos los que nos acompañan en el día a día. Es otra manera más de cerrar brechas respecto a quien y como debemos compartir. De todas maneras reconozco que ese proyecto se inició de una manera un tanto egoísta, ya que quería que los auxiliares sintieran todo el agradecimiento que tenía por ellos por tantos años de compañía. Estos asados y las instancias con ellos generaron, al menos en esos años, otra dinámica de carácter horizontal para compartir en conjunto, conocer a la persona más allá del papel que desempeñan para nuestra cotidianeidad.
¿Qué consejo le darías a los alumnos de III° y IV° que están en la búsqueda de una carrera profesional?
Salir del Colegio implica hacerse adulto mediante esa primera decisión que marcará de una forma u otra toda la vida, por lo que creo, en la medida de lo posible, sería mejor hacerse adulto primero y experimentar quienes son fuera del ámbito limitado que impone una rutina escolar y luego decidir con todos los antecedentes a la vista. La carrera profesional no es la única vía, y estimo que para decidir primero uno debe conocerse y nunca dejar que otros eliminen la posibilidad de optar desde lo que uno es.
Por otro lado agregar que no es tan importante pensar en la carrera para decidir, sino que pensar que es lo que realmente uno quiere hacer en la vida, para que la profesión sea un medio para lograr este propósito y no el propósito en sí mismo. Creo así uno puede evitar años de frustración y ansiedad al sentirse vacío por comenzar a plantearse muy tarde por qué y para qué estamos aquí.
Agradecemos a la ex alumna por concedernos esta entrevista.