Un camino con claros ideales que ha ido plasmando en sus proyectos y emprendimientos que buscan ser un aporte en la sociedad, en especial, la participación de niños y jóvenes en su entorno urbano. De esto y más nos cuenta nuestra Exalumna y fundadora de la organización Escala Común.
¿Qué te motivó a estudiar Arquitectura y, posteriormente, un magíster en urbanismo?
Decidí estudiar arquitectura a último minuto. No lo tenía claro, porque tenía muchos otros intereses, como la psicología, pedagogía en artes plásticas, diseño gráfico, diseño de interiores; pero arquitectura tenía algo que no encontré en otras carreras, y es que, a pesar de su dificultad, su magia radica justamente en la diversidad de ámbitos que aborda, que están contenidos en el estudio y diseño de los espacios y lugares, pero que tiene un poco de todo.
Como decía un profesor, un arquitecto debe saber de todo, pero de nada mucho; por ejemplo, para diseñar un colegio se debe saber de pedagogía y métodos de enseñanza, para diseñar una casa se debe saber las formas en que sus ocupantes habitan y sienten los distintos espacios de la casa y cuáles son sus necesidades. O para diseñar espacios públicos es necesario saber de comportamientos humanos, de sociología, de psicología comunitaria, etc. Está todo contenido en el habitar.
No me considero una arquitecta que haga estrictamente arquitectura, de esos que hacen casas y edificios, algo que al menos cuando yo estudié todavía era el principal foco de las carreras de arquitectura. Mi oficio se ha inclinado más por el estudio del habitar en diversas escalas, con un amor especial por el espacio público y los territorios naturales. Por eso fui buscando un camino que me permitiera tener otras competencias y conocimientos para enfocar y calzar mis distintos intereses, y llegué primero al diplomado en arquitectura sustentable y luego el magister en desarrollo urbano que me abrió mucho mundo.
¿Qué es lo que más te apasiona de tu profesión?
Una de las cosas que más me gusta de la arquitectura y el urbanismo, es la posibilidad de integrar diversas formas de entender el mundo, y pensar espacios más inclusivos, más bellos, y amables para todas las personas. La arquitectura es una constante observación de la dimensión del habitar y los lugares en que interactuamos, y el urbanismo lleva todo eso a una dimensión que es social, donde al espacio público juega un rol clave para la vida cotidiana, porque es en la ciudad donde realizamos todas nuestras actividades, generamos nuestros vínculos, y nos desarrollamos como personas y sociedad. Esa mirada holística que vincula la espacialidad con las relaciones humanas es sumamente importante, y bella a la vez.
¿Tu paso por el colegio te ha marcado de alguna manera en tu opción de carrera?
De alguna manera sí. Al menos cuando yo fui alumna había una gran motivación y fomento a los aprendizajes culturales y artísticos, que a mi parecer, son más significativos y permiten desarrollar distintas habilidades a las meramente académicas, y que son tanto o más importantes para la vida profesional y adulta.ç
En el colegio tuve la posibilidad de desarrollarme desde lo humanista, fuertemente influenciado por el arte y el deporte. Se respetaba mucho aquellas disciplinas e intereses que tienen que ver con el fomento de habilidades creativas e innovadoras. Recuerdo con mucho cariño eso del colegio y a las profesoras que impulsaron también esa veta creativa en mi. Considero que la creatividad y la innovación es una de las claves de la educación de las futuras generaciones, y en eso el colegio fue una pieza importante en mi desarrollo.
Pero también, una cosa que me marcó en el colegio fue la falta de integración al mundo ‘real’ que había, se hablaba mucho en ese momento de que el colegio era una «burbuja», y eso generó en mi mucho interés por conocer, aprender, y ser consciente de las distintas realidades de nuestro país, por lo que uno de los motivos de estudiar arquitectura fue, que es una carrera que tiene un importante rol social y una responsabilidad enorme en cómo se diseñan los espacios para los otros.
Egresaste el año 2003 y alcanzaste a vivenciar los primeros años del Programa de Humanidades que este año cumple su 20 aniversario, ¿Qué recuerdos guardas del PH?
Mi generación fue como el conejillo de indias de ese programa; tuvimos la posibilidad de realizar proyectos integrados lo que fue super bueno para aprender contenidos desde distintas aristas y asignaturas. Creo que ese tipo de proyectos que integran los conocimientos y enfoques de aprendizaje le da valor a asignaturas que hoy en día han perdido fuerza en la educación, y que son altamente fundamentales para el desarrollo integral de las personas, como el arte, la música, el deporte, la filosofía, y la formación ciudadana. También una educación emocional que permita desarrollar habilidades blandas y la empatía como parte de los conocimientos entregados por los colegios.
Hoy no es posible visibilizar un futuro en que no se integre de forma holística el mundo, donde más allá de los conocimientos específicos, podamos comprender que somos parte de un sistema social y ecológico. Por lo que, a pesar de que no tuve la oportunidad de experimentar el Programa de Humanidades en su totalidad, sí siento que marca una forma de aprender y comprender de forma integrada.
¿Puedes contarnos sobre tu proyecto de Conicyt Explora “Exploradores de la biodiversidad de la Puna”?
Este es un proyecto desarrollado con el Centro de Estudios ANTIS en alianza con la Fundación Escala Común, y es de educación ambiental consciente, que marca un hito en el trabajo que hemos venido haciendo, el cual ha estado fuertemente enfocado en levantar información de saberes territoriales en contextos aislados del país con alto valor patrimonial, donde generalmente se vinculan con la presencia de pueblos originarios y una cosmovisión territorial muy hermosa. El proyecto ANTIS Exploradores es una aplicación para el apoyo docente, que integra los conocimientos de la ciencia y la cultura tradicional aymará y los lleva a un lenguaje infantil.
Generalmente, la educación ambiental en Chile entrega contenidos centralizados, con muy poca o nula aparición de contenidos sobre entornos específicos y con pertinencia local de diversos lugares del país. Por eso, busca ser un medio que fomente el conocimiento por el entorno local, la pertinencia cultural, y la comprensión sistémica del contexto socio ambiental para los niños/as que viven en estos entornos, enfocado en la educación básica, pero es un contenido accesible para todo público.
Está enfocado en la zona norte del país, específicamente las localidades al interior de la comuna de Putre en la región de Arica y Parinacota, pero que entrega un contenido para todo público que requiera aprender sobre contextos específicos del norte de Chile.
Eres fundadora y directora ejecutiva de la Fundación Escala Común, que se enfoca en la importancia de incluir a los niños/as en el desarrollo de las ciudades. ¿Qué te motivó a crear esta organización y qué es lo que ya han podido lograr?
Cuando yo era niña, tuve la suerte de criarme muy libre, con una vida de barrio muy activa y con mucha autonomía; creo que soy de la última generación en la que íbamos solos a buscar a los amigos a sus casas, salíamos a comprar el pan o iba al colegio en bici, inventábamos juegos al aire libre, teníamos calle. Para mí eso fue clave en mi vida.
Cuando estudiaba arquitectura, ya casi en el último año, en una ida a croquear a Valparaíso, una persona me comentó con mucha tristeza, que su barrio ya no era el mismo, que se había perdido la magia de sus calles y plazas, porque ya no se veían niños jugando en la calle. Creo que ese fue el punto de inflexión para iniciar este camino. Me di cuenta que las ciudades ya no permitían que los niños/as jugaran libres, y mucho de eso tenía que ver con que los arquitectos y planificadores urbanos jamás habían incluido a los niños/as en sus diseños. Quizás cuando yo era niña tampoco, pero se respetaba mucho más la presencia de los niños/as, se validaba, se cuidaba la infancia entre todos. Creo que mi motivación es más bien nostalgia a esa niñez que muchos tuvimos, y que todos los niños/as merecen tener y ser parte de las ciudades donde viven.
El año 2013 me fui a Europa, y conocí un proyecto de arquitectura para niños/as que hizo que todo cuajara, esto era lo que yo quería hacer en mi país, así que volví y decidí comenzar a desarrollar, muy de la guata, lo que en ese momento se llamó ARQAtak.
Después de 7 años, y ya varios proyectos y experiencia encima, este proyecto chiquito se transformó en lo que hoy es la Fundación Escala Común (www.escalacomun.cl), una plataforma colaborativa de investigación aplicada para la infancia y crianza en las ciudades y territorios. Esta organización sin fines de lucro tiene como principales logros la creación de una plataforma llamada Kitslab de metodologías de participación ciudadana infantil y adolescente que apoyan diversos procesos de estudios y proyectos urbanos; el desarrollo de proyectos de educación ambiental consciente; estamos desarrollando el primer piloto del proyecto PAMEPI, Plan de Activación para la Movilidad y Espacios Públicos para la Infancia, en Limache y patrocinado por Unicef; y hemos creado el primer set de indicadores de la pertinencia infantil en la ciudad, que permitirá a gobiernos locales, organizaciones, académicos, etc, poder evaluar el comportamiento de las ciudades en función de qué tanto consideran a los niños/as en ellas.
Tienes un diplomado en arquitectura sustentable. ¿Cómo se refleja la sustentabilidad en tus proyectos e iniciativas?
La sustentabilidad es la base; hoy en día no es posible pensar en arquitectura, planificación y diseño urbano, estudios urbanos y educación sin hacerlo desde la perspectiva de la sustentabilidad. Uno de los principales focos en los que hemos trabajado en la Fundación, en conjunto con el Centro de estudios ANTIS, del cual soy cofundadora, es la educación territorial consciente, que es básicamente educación ambiental pero enfocado desde una perspectiva más holística, donde tanto la ciudad como los territorios deben ser entendidos como un sistema complejo e interconectado, dentro del cual, la participación de los humanos es fundamental, y puede afectar, tanto positiva como negativamente, el entorno en el cual cohabitamos.
Nuestra labor ha sido generar conciencia, entregar conocimiento, y dar valor a la relación que tenemos con la naturaleza, tanto en las ciudades como en territorios rurales, entregando a través de diversos formatos, contenido y material que permita aproximar a los niños/as de forma consciente y respetuosa a la naturaleza.
Uno de esos proyectos es ANTIS Exploradores de la biodiversidad (www.exploradoreschile.cl) que busca ampliar el conocimiento de ciencias y cultura ancestral en entornos remotos del norte de Chile a través de una aplicación y un proyecto integrado para el desarrollo de actividades docentes en el aula.
Otro de ellos es el Inventario de Saberes Territoriales para la infancia del mundo mapuche, que estamos desarrollando en la región de la Araucanía. Actualmente estamos terminando de rodar los vídeos para el desarrollo de la primera Biblioteca digital de la tradición oral aymará, del proyecto Saberes Ancestrales, que busca entregar contenido audiovisual y en formato de cuentos a profesores interculturales del norte de Chile para transmitir la cosmovisión territorial aymará a los niños/as de todas las edades.
¿En qué medida ha avanzado nuestro país en torno a este tema, con ejemplos de buenas prácticas en el ámbito de la arquitectura sustentable?
Ha habido un gran avance en estos ámbitos, especialmente desde la perspectiva tecnológica, pero todavía existe el gran desafío de comprender nuestra relación con el entorno y el impacto que realizamos en la naturaleza al momento de construir nuevos edificios, barrios, y hacer crecer la ciudad. No es suficiente tener muchos paneles solares, si no ha habido respeto ni conciencia del impacto que nuestra vida cotidiana le genera al medio ambiente. La sustentabilidad en la arquitectura no es algo nuevo; desde años remotos la arquitectura vernácula ha sido una respuesta armoniosa de construir habitar de forma integrada con la naturaleza, pero todo ese conocimiento todavía no se integra de forma real en la forma en que se desarrollan los proyectos. Hay grandes desafíos en esta materia aún.
¿Qué consejo le darías a los alumnos de III° o IV° Medio que se plantean estudiar arquitectura?
Que estén abiertos a aprender, a conocer diversas realidades, sociales, culturales, territoriales, etc. Que reconozcan el rol que tiene un arquitecto para construir ciudades y una sociedad equitativa, inclusiva, sostenibles, amigables, esa ciudad que todos queremos; que busquen ser un aporte en la forma de pensar los espacios que todos habitamos, desde una vivienda social, al diseño de una ciudad; que siempre piensen que eso que están diseñando será el lugar de un otro, y pregúntense si ustedes estarían dispuestos a habitarlo.
La arquitectura es una plataforma hermosa con diversos horizontes y posibilidades para desarrollarse como profesionales. Aprovechen la universidad para conocer todos esos posibles caminos. Arquitectura no es una carrera fácil, implica estar de cuerpo entero en ella, pero es un viaje que vale la pena experimentar.
Agradecemos a Piera Medina por concedernos esta entrevista.