Del 9 al 24 de septiembre, 86 alumnas y alumnos de III° y IV° Medio, acompañados por profesoras y profesores, realizaron un importante viaje a Alemania. Este viaje ha sido posible, luego que por dos años debido a la pandemia se tuvieran que cancelar todos los viajes tanto de estudio al norte de Chile como de intercambio a Alemania.
Los alumnos tuvieron oportunidad de conocer ciudades como München, Berlin, Hamburg, Frankfurt y Heidelberg, entre otros. Fueron acompañados por los profesores Valentina Espinoza, Cristina Ponce, Yasna Cataldo, Andrés Melis, Mauricio Garrido, así como el asistente de educación Carlos Monsalve.
Testimonios de alumnos
Debería tener sueño porque son las 5 de la mañana, pero en realidad tengo más frío, porque está lloviznando. Nos despedimos, nos subimos al bus, viajamos casi dos horas y llegamos al aeropuerto, aun lloviznando. Entregar los pasaportes, entrar al Duty Free, juntarnos en la puerta de embarque, tomar la foto. Y embarcar. Al fin embarcar. Retrasamos el vuelo con nuestros cambios de asiento, pero partimos al fin con rumbo a Madrid.
A Madrid llegamos temprano, adoloridos por las horas en avión, con sueño, con sed. Nos subimos al metro y entramos a un departamento a dejar lo que no vamos a necesitar para recorrer la ciudad. Con calor, mucho calor. Luego de un par de horas vamos al McDonalds a almorzar, nos subimos al tren para llegar al aeropuerto y nos subimos de nuevo a un avión.
Llegamos a München al atardecer y nos subimos a los buses cuando ya está anocheciendo. Nos dan las instrucciones mientras vemos las luces que iluminan la ciudad durante la noche. El albergue parece más un hotel; está limpio, es grande, tiene Wi-Fi, ascensor y tarjetas en lugar de llaves para abrir las puertas. Cenamos, nos regalan botellas y volvemos a las habitaciones a ordenar nuestras cosas, ducharnos y dormir.
Es un viaje, no vacaciones. Nos levantamos temprano para desayunar, nuestras cosas están listas para salir y los euros a mano para pagar la multa por llegar tarde. La tienda de souvenirs del Schloss Nymphenburg, Königsplatz, BMW,pizza en el parque, Deutschen Museum, la Altstadt, Frauen-Insel, Chiemsee Herreninsel Königsplatz, probar al fin la cerveza Alemana, hacer la maleta.
Íbamos a ir a Leipzig, pero de un momento a otro estamos en los buses camino a Bayreuth, el estereotipo de pueblo bávaro, y unas horas después nos reciben unos tubos raros que hay a la entrada de Berlin. Llegamos al hotel, cenamos y a preparar todo para empezar de nuevo.
Sachsenhausen, el Olympiastadion y un chocolate caliente con quequito a la salida, el tiempo libre para recorrer la ciudad, el tour en bici, el Humboldt Forum, el Reichstag Bundestag, el Mall frente al muro, la Brandenburger Tor, el Holocaust-Mahnmal, el Futurium y el bowling con sus luces de disco y con sus bolas pesadas y aceitosas y de hoyos tan grandes que no me dan las manos. Sind Sie alle bereit? Ya, listo, nos vamos.
Sanssouci y Postdam, y ya rápido que hay que llegar a Hamburg. De nuevo un albergue, pero aquí el Wi-Fi funciona cuando quiere. No importa, comer y dormir, que no hay tiempo que perder.
En Hamburg está lloviendo y en Bremen igual, de las lluvias intensas e incesantes que aquí no hay. Ojalá poder tomar fotos con los ojos para que al celular no le vaya a pasar nada con el agua. Mis pantalones están empapados cuando me subo al bus, suerte que tiene calefacción. Tiki-tiki-tí el día siguiente, pero vamos en bus por la Altstadt del puerto sin mar. Un sandwich de tiempo libre y el paseo en barco es la hamburguesa. Volvemos a comer bratwurst en la versión alemana de la hallulla, cerdo aliñado raro y helado entre galletas. Dejen las carreritas, el ping-pong y el juego caro del boxeo, apúrense y preparen las maletas.
Media Alemania y estamos en Göttingen, media más y llegamos a Frankfurt, donde el hostel tiene tarjetas para abrir las habitaciones pero no sábanas limpias para las camas, un desastre que se solucionó con esfuerzo de los profes. La Altstadt, el zoo y la piscina para rematar, ojalá haber partido el viaje acá.
Heidelberg, qué preciosura, si estudio en Alemania quiero que sea aquí, es de los lugares de los que no me quiero ir.
Tren bala que me comprime los oídos, pero en hora y media llegamos a Köln, 518 escalones para verla desde arriba y la catedral por dentro es Notre Dame en pequeño. Ludwig Museum y cena en el Jugendherberge, ojalá habernos quedado acá, pero hay que volvernos a subir al tren.
Rothenburg es el mayor estereotipo de Baviera, cada calle es una foto, ciudad medieval amurallada, con tiendas de época, museo de la tortura y adornos navideños todo el año.
Pero hay que volver. Una última cerveza y nos vamos. No quiero. Un último brindis y nos vamos. Me quiero quedar. De nuevo hacerle RCP a la maleta para que cierre y no se vaya a pasar de los 23 kilos con todos los regalos, que por favor que lleguen enteros. Llegamos al aeropuerto y hay que esperar a que nos dejen entregar las maletas, a cuidar las del resto mientras se van a comer, a jugar cartas y a esperar. Una hora de fila y ya está, un par de minutos y tschüss Deutschland y yo no he comprado Haribo.
Dos horas hasta Madrid, apenas alcanzamos a llegar a la puerta de embarque y comer algo de ahí cerca. Es de madrugada y embarcamos, se nos vienen deliciosas 13 horas de viaje. Todavía en el atlántico, todavía en Brasil. Y en un parpadeo ya llegamos.
Ojalá hubiese sido más largo. Ojalá haberme quedado más tiempo. Ojalá consiga una beca para volver. Porque quiero volver. Con su carne de cerdo cocida, con su clima que llueve en verano, con su aliño agrio para la ensalada y sus precios elevados, quiero volver, necesito volver. Me llevo una maleta con manjar y yerba mate y otra para la ropa, pero una parte de mí se quedó allá, no sé en qué parte, pero da igual, voy a volver.
Kai de la Maza, IV° Medio
Testimonio de alumnos
Mi viaje a Alemania se resume como una experiencia llena de acontecimientos inolvidables que definitivamente recordaré toda mi vida. Conocí más de 10 ciudades en un periodo de dos semanas donde partíamos todos los días temprano para poder recorrerlas al máximo. Pude disfrutar de la comida alemana, observar su maravillosa arquitectura, convivir con gente de diferentes culturas, etc. Gracias a este viaje descubrí dos ciudades que me encantaron por sus lindos y coloridos paisajes naturales, Heidelberg y München. Ciudades que recorrería nuevamente en un futuro junto a mi familia. No me cabe duda que la experiencia del tour por Alemania junto a tus amigos y profesores más queridos, es uno de los momentos más memorables que uno puede tener para su experiencia personal, ya que al estar lejos de tu casa y todas tus comodidades diarias aprendes a vivir de una manera diferente que te servirá para el futuro.
Valentina Brito, IV° Medio